miércoles, 11 de febrero de 2015

Uma y Orlan: dos caras de una misma moneda

Lunes por la mañana. Uma se levantó  como todas las mañanas para llevar a sus hijos al colegio, fue al baño, se lavó la cara, se miró al espejo por enésima vez desde la operación y sintió esa sensación de que a partir de ese día todo iba a cambiar. Y efectivamente, cambió. Por la tarde, en vez de ir a recoger a los niños al colegio, mandó a la niñera, ya que ella se tuvo que preparar para asistir a una premiere. Iba impecable; había elegido un vestido negro porque, según su assistant,  hacía que destacara su blanca piel y pareciese más tersa, además de estilizar su figura. "Estás buenorra Uma, van a flipar!!" fueron en realidad las palabras del assistant. Y así fue. Todo el mundo flipó con el cambio de aspecto de Uma. Nada más pisar la alfombra roja, los flashes empezaron a bombardearla indiscriminadamente. Ella aguantó el tipo con mucho aplomo. Estaba segura de lo que había hecho. Tan sólo se había hecho unos pequeños retoques más. Pero los redactores no lo tenían todas consigo. Unos a otros se daban codazos, en plan: "¿oye, qué coño se ha hecho esta mujer? ¿Es Uma? ""No puede ser", exclamaban. "Uma, no, tu también no!!"



Y así es como todos hemos vuelto a debatir sobre si cirugía plástica sí, cirugía plástica no. Que qué necesidad tenía Uma de hacerse esto, que vaya estropicio, con lo atractiva que era, con lo inteligente que la hacíamos todos, con el pedazo de mujer (y de actriz, claro) que era, que es que ya no es ella, ¡¡esa mujer ya no es Uma!! Y seguimos:  que si pues vaya que fea está, que si era mucho más guapa antes, ¿y se debe reconocer cuándo se mira al espejo?

Todos estos comentarios gratuitos y banales, propios de una tertulia de mediodía, son lógicos y muy legítimos. Pero en realidad, nunca sabremos la respuesta. Sólo Uma sabe por qué cojones se ha cambiado la cara. En alguna parte he leído  que es porqué sufre un trastorno psicológico que se llama dismorfobia, que consiste en qué uno no se reconoce como en realidad es cuando se mira al espejo,  y en otro lado he leído que ha sido un arrebato de rabia porqué en algunos medios de USA la han puesto a caldo por no acoplarse a los cánones de belleza del Hollywood más puro. Supongo que ahora saldrán a la luz teorías múltiples sobre el tema. Igual que pasó con Renée Zellweger. Aunque ella sólo dijo, al ser preguntada, que ahora había empezado a seguir una vida mucho más saludable y que estaba feliz. No se qué tienen que ver la velocidad con el tocino, pero bueno, ella dijo eso y ciao.
También han ido apareciendo críticas mucho más serias, sobre todo por parte de las feministas: ya se sabe, las mujeres se sacrifican para ser tan bellas como la sociedad espera que lo sean, o que lo hacen porque la industria del cine las presiona para que se mantengan jóvenes si quiere todavía trabajar. Pero ojo, esto que ha hecho Uma,  que muy pronto será acuñado con la expresión " se ha hecho un Renée", no solamente es cosa de mujeres. El ídolo pop más ídolo de la historia, Michael Jackson, cambió de piel, literalmente, y de nariz. Y que yo recuerde también Stallone, Mickey Rourke y Michael Douglas. Por citar unos cuantos actores, que son los que más dan la cara en este aspecto. Porque estoy seguro que hay otros acaudalados señores, aunque no tan mediáticos,  que también han sentido el afilado bisturí sobre sus rostros.
Así pues, no es solamente cosa de género. Tiene que haber algo más. Miedo a envejecer, deseo de tener los labios más prominentes,  querer la barbilla más perfilada, verse los pómulos más rechonchos. No se, igual es verdad que esta gente sufre un trastorno psíquico y hace estas cosas. 
Pero, ay, en estos días de polémica, nadie se está acordando de la mujer que hizo de esto, de las operaciones de cirugía plástica, un arte. Efectivamente, Orlan, la transgresora artista francesa, laureadísima y reconocida como la primera artista en utilizar su cuerpo como si de un lienzo o un trozo de mármol se tratase, se sometió en 5 años a 9 operaciones de cirugía plástica. Todas ellas fueron grabadas y retransmitidas por satélite o proyectadas en los Museos de Arte Contemporáneo. En dichas grabaciones se puede observar como ella, no solamente está consciente, sino que recita algunos versos y sonríe a la cámara e incluso luce modelitos que Issey Miyake o Paco Rabanne le diseñaron espresamente.


Actualmente en la cara de Orlan hay rasgos de varios personajes femeninos: la barbilla de la Venus de Boticelli o la frente de Monalissa de Leonardo, por ejemplo.  Ella dice que lo hace como práctica artística para mostrar su rechazo a los cánones de belleza estándares, pero el caso es que la cara de Orlan ya no es su cara. ¿O sí? ¿Es menos cara la de Uma que la de Orlan? ¿Habrá sufrido Orlan las críticas que han sufrido Uma y Renée? Seguramente sí. Pero Orlan es Caballera de la Órden las Artes y de las Letras de la República Francesa, y Uma, bueno, a Uma a lo mejor ya no la vuelven a invitar al Festival de Cannes. 
¿Dónde está la frontera que separa lo que es arte de lo que es una chapuza? ¿Es realmente una chapuza lo que se ha hecho Uma? Si no la conociéramos de antes, ¿diríamos que Uma es fea?Indistintamente de que te guste más o te guste menos, las dos mujeres se han sometido al mismo proceso. Entonces, ¿Orlan sigue siendo Orlan pero Uma ya no es Uma? ¿Orlan es digna de ser expuesta (bueno, sus performances, sus fotografías) en el Pompidou y Uma tiene que ser linchada por la opinión pública?
Además de tener en su rostro elementos de varias obras de arte, Orlan presenta actualmente dos prominencias en su frente, como si de pequeños cuernos se tratara. Algo que copió Lady Gaga para una de sus múltiples transformaciones  ¿Dónde está el límite de la cirugía plástica? Porque, que yo sepa, todos los seres humanos (la gran mayoría) tenemos dos orejas, dos ojos, pero no dos bañas. ¿Sigue siendo Orlan humana? Interesante el debate que ha querido generar la francesa practicándose este sutil cambio, que se engloba dentro del bioarte.
Después de la premiere, una limusina devolvió a Uma a su casa. La canguro ya había acostado a los niños, pero ella igualmente quiso pasar a verlos. El mediano, que todavía estaba esperándola despierto, le dio un beso en la mejilla a su madre y le dijo: "buenas noches, mamá. Te quiero". Uma se acostó cansada pero con la alegría de alguien que ha alcanzado su sueño y la ilusión de haber empezado una nueva etapa en su vida, tal vez sin preocuparle demasiado lo que de ella diría la opinión pública al día siguiente.